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CIRUJANAS OSHIRO, E. Hospital Clínico San Carlos (Madrid).

Sobre el sistema de “cuotas femeninas”:

“... Al no haber una forma estándar de ser mujer hay que estar inventando constantemente, y esa sensación de precariedad puede desencadenar miedos. La mujer ha sido víctima de buenas y malas intenciones, y lo peor es que ambas establecían un sistema de tutelaje. Las cuotas prolongan una situación de victimismo en la mujer que no es beneficiosa. Yo no querría ser operado por una mujer aceptada por un sistema de cuotas. Querría ser operado por el mejor cirujano, fuese hombre o mujer y viniese de donde viniese”.

Itziar de Francisco
“El Pais Cultural” 30/11/2006 Pág. 13

Pese a quien pese, la incorporación progresiva de la mujer a todos los ámbitos profesionales y sociales es una realidad desde hace bastantes años. Incluso en la Cirugía.

La “personalidad del cirujano” o el “talante quirúrgico” comúnmente aceptado y tolerado antaño era el de esos clásicos profesores que en el quirófano eran como señores feudales en su feudo. Parecía algo inevitable tener que soportar ciertas actitudes para poder trabajar con estos cirujanos, o para poder beneficiarse de su trabajo en el caso de los pacientes. Sin embargo, el quirófano no es un buen sitio para ejercer un sistema dictatorial. El que manda en el quirófano debe ser el interés del paciente y toda la actividad debe ir encaminada a solucionar su problema y a evitar en la mayor medida posible el trauma de la intervención. Para conseguir esto hay que trabajar en equipo bajo la batuta del cirujano.

O de la cirujana. Todavía hay muchas personas, profesionales sanitarios y especialistas, incluso cirujanos y a veces no tan mayores, a las que les cuesta aceptar que una mujer ejerza algún tipo de autoridad. También hay mujeres a las que les cuesta más que a los propios hombres. La convivencia en ocasiones no es sencilla porque arrastramos siglos de “educación” en los roles de médicO y enfermerA, y en este sentido el ambiente quirúrgico es especialmente tradicional. Ante tanta presión algunas cirujanas optan por imitar conductas largo tiempo soportadas en algunos de sus colegas varones para afianzarse de algún modo (poco eficaz, por otra parte), en la necesidad de asumir cierto grado de autoridad en el quirófano.

Los tiempos están cambiando. Las aulas de las facultades de Medicina están llenas de mujeres y cada vez hay más licenciadas que optan por especialidades quirúrgicas. Aumenta el número de residentes femeninas en estas especialidades y por lo tanto el de profesionales quirúrgicos de sexo femenino. Esto es una realidad que puede molestar a algunos, pero no por ello es menos real. También lo es que no somos iguales. El pensamiento femenino en general es más práctico y tenaz. La forma de estar las mujeres en el quirófano como cirujanas puede ser diferente de la forma previamente aceptada de estar en él, y no por ello ser menos eficaz.   

Pero la discriminación no es buena aunque sea positiva. La discriminación positiva necesariamente es negativa para algunos. Aunque pueda estar bien intencionada, una ley que pretenda igualar la presencia de ambos sexos basándose únicamente en esto, en el sexo de los profesionales, corre el riesgo de favorecer a personas menos capacitadas pero que son mujeres. Si esto ocurre, las consecuencias afectarán a todo el colectivo, y, lo que es peor, en el caso de las instituciones sanitarias, a los pacientes que utilicen estas instituciones.

A los cirujanos, hombres y mujeres, se nos debe considerar por características que en absoluto dependen del sexo. Un cirujano/a trabaja con su cerebro y con sus manos, órganos asexuados, y su valía depende de la calidad de la labor que desempeñe a todos los niveles. Resulta al menos preocupante para muchas cirujanas luchadoras que hacen un gran esfuerzo por llegar y después por mantenerse en este ambiente tan difícil, pensar que a partir de ahora van a entrar en un saco común con otras que han llegado para conseguir la “paridad”.
 
La proporción llegará a ser similar, e incluso superior para las mujeres, porque es lo normal dada la proporción de estudiantes de Medicina de sexo femenino que hay en la actualidad, pero intentar imponer normas que protejan de forma tan absurda a la mujer, al menos en este terreno, no parece que sea la mejor manera de resolver nuestros problemas. Es cuestión de dejar trabajar al tiempo. Todos sabemos la situación en que nos encontramos en la actualidad en nuestro país los médicos en general y los cirujanos en particular. Sería mucho más deseable que los que nos gobiernan se preocuparan de mejorar esa situación, y ello redundaría en beneficio de todos, hombres y mujeres, cirujanos y pacientes.

 

 


 

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