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Un requisito indispensable de cualquier estrategia encaminada a la resolución de problemas es el reconocimiento del o los problemas como primera medida. En la actualidad, quince años después del comienzo de la “revolución minimamente invasiva”, la situación real de la formación en esta parte de la disciplina quirúrgica es la siguiente:

  • la mayoría de los recién licenciados en Medicina no han oído hablar de cirugía laparoscópica, muchos de ellos no han llegado a entrar en los quirófanos durante las prácticas de la asignatura de Patología Quirúrgica.
  • la formación de los residentes de Cirugía General y Digestiva en cirugía laparoscópica no está específicamente contemplada en el programa MIR de la especialidad (Guía de Formación de Especialistas editada por el Ministerio de Sanidad y Consumo, 1996). En el Anexo II (Baremo orientativo para la valoración del grado de complejidad de las intervenciones quirúrgicas en Cirugía General y del Aparato Digestivo) del Programa Teórico-Práctico para la formación de los residentes de esta especialidad se menciona como una “técnica avanzada” (Grado 5), junto a la hepatectomía y a la duodenopancreatectomía cefálica.
  • muchos cirujanos limitan la aplicación de la tecnología mínimamente invasiva a la colecistectomía no urgente, y en algunos casos se empieza a aplicar con escasa formación previa.

El abordaje laparoscópico se considera de elección en el tratamiento quirúrgico de patologías muy frecuentes, como la colelitiasis y el reflujo gastroesofágico y la cirugía laparoscópica ha generado probablemente más literatura que ninguna otra innovación quirúrgica a lo largo de la historia. Sin embargo, los alumnos de Licenciatura en muy pocas ocasiones reciben información, y mucho menos formación, sobre las indicaciones, las técnicas, los requisitos y las complicaciones del abordaje laparoscópico. Además los conocimientos teóricos, el entrenamiento práctico y la formación clínica en el abordaje laparoscópico se tienen poco en cuenta en la formación de los futuros cirujanos. Por lo tanto, un residente de esta especialidad puede obtener su título de especialista con escasa o nula formación en estas técnicas.

¿Cuántos residentes de Cirugía acaban su período de formación con una capacitación adecuada para realizar, al menos, una colecistectomía laparoscópica con seguridad? ¿Y para identificar los posibles problemas del postoperatorio de estos pacientes? ¿Por qué no se ha introducido esta disciplina de una forma adecuada en el programa de formación de la residencia? ¿Por qué existen muchos hospitales donde los residentes acaban sus cinco años de formación con una o ninguna colecistectomías laparoscópicas en su haber?

La llamada “formación continuada” de los profesionales de la Cirugía es bastante deficiente. No recibe ningún apoyo institucional ni económico. Cuando se produce, es a costa de un gran esfuerzo personal y material por parte del cirujano interesado. Sin embargo, las exigencias de los pacientes y de los organismos sanitarios (instituciones y hospitales) aumentan día a día de una forma que no se corresponde en absoluto con esta situación, y esto coloca a los profesionales en una posición absurda que puede llevar al “síndrome del quemado” en el desarrollo de su trabajo. Las consecuencias que puede tener este hecho para la calidad de la asistencia no es preciso mencionarlas.

Actualmente en España, diversos grupos realizan un gran esfuerzo para impartir docencia del abordaje quirúrgico laparoscópico diagnóstico y terapéutico tanto a residentes como a cirujanos ya formados e interesados en estas técnicas. El número de residentes de Cirugía y de otras especialidades que solicitan la realización de estos curso crece a lo largo del tiempo. Este hecho refleja una situación deficitaria en lo que se refiere a la formación de estos residentes en sus hospitales. Muchos profesionales están interesados en la acreditación universitaria de esta formación específica, aunque legalmente no sea necesaria para desarrollar su profesión. De alguna forma existe una laguna en lo referente al reconocimiento oficial de esta capacitación.

Las técnicas laparoscópicas o, más ampliamente, mínimamente invasivas no son más que eso: técnicas que deben formar parte del arsenal terapéutico del cirujano. Pero requieren para su aplicación de conocimientos teóricos y de habilidades determinadas que deben aprenderse fuera del ámbito asistencial. No son aceptables las cifras desmesuradas de complicaciones atribuibles a “la curva de aprendizaje”. La formación quirúrgica tradicional “por ósmosis” no es adecuada para este aprendizaje (y probablemente para ninguno). El momento en que se enfrenta un cirujano a un paciente que va a ser sometido a técnicas minimamente invasivas debe ir precedido necesariamente de una formación teórica y práctica indispensables porque lo contrario puede tener consecuencias catastróficas para el paciente y muy negativas para toda la profesión.

El mayor reto de los profesionales de la cirugía minimamente invasiva en este nuevo siglo es alcanzar y mantener unos éstandares adecuados de calidad. El concepto erróneo de “mínima invasión” lleva a pensar que este abordaje es más simple o que compromete menos al paciente. Eso es falso. Esto lo tienen que saber tanto el cirujano como el paciente y su entorno. Los resultados pueden y deben ser excelentes pero eso requiere conocimiento y técnica. Es más importante garantizar la calidad que intentar realizar por laparoscopia procedimientos muy complejos que muchas veces alargan innecesariamente el tiempo de intervención y no aportan grandes beneficios al paciente.

En conclusión, existe un desajuste entre asistencia y formación en la cirugía laparoscópica y también entre el “programa oficial” de la residencia de Cirugía y los requerimientos de dicha formación. Es muy necesario el desarrollo de las técnicas minimamente invasivas en la mayoría de los servicios de Cirugía y que se estimule y se incentive la formación. Hay que reconocer y apoyar el esfuerzo realizado por algunos departamentos y servicios de Cirugía en este sentido e intentar que aumente el número de profesionales comprometidos con este propósito. Esta es la única manera de mejorar la calidad no sólo asistencial, sino también docente e investigadora de los servicios de Cirugía de nuestro país.


Comité Editorial



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