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ANTECEDENTES Y DESARROLLO TÉCNICO INICIAL

El interés por la exploración del interior de nuestro organismo ha sido una constante en la Historia de la Medicina desde la época de Philipp Bozzini (1773-1809) de Frankfurt, quien tuvo la idea de introducir por la uretra un tubo metálico iluminado por la luz de una bujía desde el exterior, aparato que presentó en la Escuela Médica de Viena en 1806 y que suscitó una gran aceptación por los ginecólogos; el francés Desormeaux (1815-1882) mejoró el instrumento, al que denominó endoscopio, dotándolo de espejos que reflejaban la luz y de este modo alcanzó a visualizar el interior vesical y cuyos resultados expuso a la Academia de Medicina de París en 1856.
Pero no fue hasta que el berlinés Maximilian Nitze (1849-1906) construyó su cistoscopio, con el que colocó el foco luminoso dentro de la propia cavidad vesical para la exploración de su interior, y lo presentó en la Real e Imperial Sociedad de Medicina de Viena en 1879, cuando comenzó de un modo útil el reconocimiento endoscópico de nuestro medio interno. Este autor pronto mejoró el aparato al dotarlo de una ventana lateral, lo que permitió reconocer toda la pared vesical. Más adelante, en 1886, con la ayuda del constructor de instrumentos de Viena, Josef Leiter (1830-1892) le adapta una pequeña lámpara incandescente de Edison, con la que amplió considerablemente la intensidad lumínica1-2.
Mientras los urólogos iniciaban la exploración vesical, otros médicos como el ginecólogo Ott, de San Petersburgo, intenta reconocer el interior de la cavidad abdominal por medio de una cánula introducida en el abdomen e iluminada mediante un fotóforo frontal, método al que denominó “ventroscopia”; por las mismas fechas el alemán de Dresde, George Kelling, introdujo un cistoscopio a través de un orificio abierto en la pared abdominal de un perro, con la finalidad de inspeccionar el contenido intestinal. Sus resultados los presentó en el Congreso de la Sociedad Médica y de Biología Germana, en Hamburgo en septiembre de 1901, a esta técnica de estudio la denominó “celioscopia”3.
En 1910, H. C. Jacobeus de Estocolmo, publica un estudio en el que introduce un cistoscopio tanto en el tórax como en el abdomen de un varón, a través de un trócar tras distender la cavidad con agua o aire indistintamente, para explorar y reconocer su interior, denominó al método “Laparoscopia o toraxcopia”4. En 1911, Bertram M. Berheim, del Johns Hopkins Hospital, publicó en Annals Surgery un trabajo titulado «Organoscopia: cistoscopia de la cavidad abdominal»5. En 1916, O. Goetze desarrolla una aguja de punción que mejora la insuflación de aire para producir el neumoperitoneo; Ordonoff, en 1920, perfecciona la punta y la convierte en piramidal para facilitar su penetración a través de los tejidos; Stone desarrolla un dispositivo valvular en el trócar que impide la salida del gas intraabdominal. En 1929, Kalk crea una óptica de 135º con visión oblicua con lo que se mejora la calidad visual a lo que añade la colocación de más de un trócar lo que le permite obtener biopsias hepáticas. En 1934, el suizo Zollikofer utiliza dióxido de carbono en lugar de aire para la insuflación abdominal, de este modo se disminuye el riesgo de presentar el paciente una embolia gaseosa y se minimiza el de irritación peritoneal6. En 1938, el húngaro Janos Veress, médico internista de Viena, diseña una aguja atraumática para la creación de neumotórax, posee una vaina externa con la punta en bisel y un estilete interno romo que se exterioriza en el momento de penetrar en la cavidad abdominal con lo que evita dañar los órganos internos razón por la cual fue adoptada inmediatamente para la producción del neumoperitoneo previo a la introducción de los trocares.
Con estas demostraciones se aprecia el interés creciente en reconocer visualmente el estado de los órganos internos, durante la toda la primera mitad del siglo XX prosiguen los experimentos, se inicia un sin número de mejoras y de modificaciones técnicas en los aparatos, de invenciones y aplicaciones múltiples, con lo que poco a poco se pule y perfecciona el sistema y el método de exploración. Como ocurre con todas las grandes innovaciones, ha sido el fruto del trabajo de muchos investigadores lo que ha hecho posible la realidad laparoscópica actual.





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