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DISCUSIÓN

El abordaje laparoscópico no ha cambiado la colecistectomía, solo ha variado el acceso a la cavidad abdominal y el tamaño de la/las incisión/es quirúrgicas. Este cambio ha producido una variación en la incidencia de determinadas complicaciones.

Los resultados de nuestro análisis deben interpretarse con reservas al tratarse de un estudio retrospectivo y los datos sujetos a variables no controladas. Una de ellas es el elevado número de cirujanos (incluidos residentes). Otra variable es la curva de aprendizaje que se puede aplicar a todo el estudio, dado que todos los años ha habido varios cirujanos aprendiendo la técnica. Es importante recalcar que ni las complicaciones ni el porcentaje de re-conversiones se han modificado significativamente a lo largo del estudio (1, 2), pese a ampliar las indicaciones paulatinamente. Esto significa que hemos aprendido a evitar las complicaciones pese a realizar intervenciones más dificultosas que las realizadas inicialmente.

Nuestro porcentaje global de complicaciones fue del 7,1% (6,5% si excluimos las complicaciones intra-operatorias solucionadas durante la cirugía), el de re-conversión fue del 5,4%, el de re-intervenciones del 0,99 % y la mortalidad del 0,14%. Estas cifras son superiores a las de algunos autores (3, 4, 5) pero similar a la de Peters y col. (1991) o Nenner y col (1992). Creemos que la mayor incidencia de nuestra serie es debida a:

  1. los porcentajes indican la incidencia desde la primera colecistectomía realizada hace más de 10 años. Si sólo tuviéramos en cuenta los últimos años, la serie de los cirujanos más experimentados y excluyéramos la patología vesicular aguda, la incidencia de complicaciones se sitúa por debajo del 2, aunque el porcentaje de re-conversión es similar.
  2. cada año se han incorporado nuevos cirujanos que originan una curva de aprendizaje aceptada en otras series (6, 7).
  3. hemos incluido no sólo complicaciones médicas sino también médicas, que no son consideradas en otras series (3)

Sin lugar a dudas, nuestra serie refleja desde nuestro punto de vista dos datos:

  • la colecistectomía laparoscópica puede realizarse de forma segura si está realizada o asistida por cirujanos expertos, incluso en un hospital docente como el nuestro
  • las complicaciones pueden ser evitadas con una adecuada selección de los pacientes, una técnica quirúrgica meticulosa (Apéndice I), y la reconversión del abordaje en casos de hemorragia o si no hay una clara definición de la anatomía de la zona.

En nuestra experiencia sólo hemos observado una lesión originada durante la realización del pneumoperitoneo. Fue en el paciente número 105 de la serie y se originó al perforar la aguja de Veress un asa de intestino delgado. En ningún paciente se produjo lesión de grandes vasos con ninguna de las técnicas de realización del pneumoperitoneo. No hemos encontrado diferencias significativas en la incidencia de complicaciones al comparar la inserción del pneumo con aguja de Veress o mediante el trócar de Hasson. La utilización de la aguja de Veress es, normalmente, más rápida en pacientes delgados pero más difícil en pacientes obesos y la insuflación del gas en el espacio preperitoneal (9) y la producción de enfisemas subcutáneos son relativamente frecuentes. Habitualmente realizamos la inserción visual directa (Hasson) en los pacientes con cirugía previa o en cirróticos aunque algunos cirujanos preferimos realizar dicha técnica en todos los casos.

La hemorragia es el segundo problema con el que nos encontramos durante la cirugía. El sangrado puede estar originado al introducir los trócares (2 de nuestros casos) y la prevención de esta eventualidad se realiza con la introducción del trocar en lugares sin vasos en la transiluminación de la pared. La compresión local suele ser suficiente para detener la hemorragia, aunque en ocasiones debemos recurrir a la electrocoagulación o, en algún caso, a la realización de una sutura con bolsa de tabaco alrededor del trocar.

Pero normalmente la causa de la hemorragia la encontramos en la arteria cística. Lo más importante para evitarlo (Apéndice I) es conocer la posible localización y evitar la disección ciega de la zona. La arteria cística debe individualizarse con una disección cuidadosa, habitualmente tras la sección del conducto cístico. Debemos colocar dos clips en el extremo proximal y uno en el distal antes de la sección de la misma. Si observamos hemorragia debemos seguir varios pasos:

  • aspirar el campo quirúrgico para conseguir una adecuada visibilidad y evitar que el chorro de sangre salpique la lente
  • individualizar y pinzar el cabo arterial
  • colocar un clip tras comprobar el adecuado control de la hemorragia
  • la colocación de clips a ciegas, en un campo lleno de sangre, difícilmente detiene la hemorragia y puede originar lesiones del conducto biliar o de la arteria hepática
  • si la hemorragia continúa y no se controla debemos convertir la cirugía lo antes posible

En nuestra serie hemos convertido a cirugía abierta 6 pacientes por hemorragia (0,3%), porcentaje similar al de otros autores (3, 4). Creemos que este porcentaje de conversiones no es un reflejo de la incapacidad del cirujano sino de su sensatez.

Las lesiones del conducto biliar común son, en la actualidad, la complicación más temida de la colecistectomía laparoscópica. Estas lesiones no son exclusivas del abordaje laparoscópico, pero sí se producen con una incidencia varias veces superior a la dada en el abordaje abierto. Hemos tenido dos lesiones objetivadas intraoperatoriamente; en ambos casos se trató de una sección completa del colédoco, realizando una derivación bilio-digestiva. En tres pacientes la lesión se objetivó en el periodo postoperatorio: una fue originada por una escara del bisturí eléctrico, otra por un clip que se situaba obstruyendo parcialmente la luz del colédoco y, en el tercer caso, por un clip en el conducto hepático derecho. Los dos últimos pacientes presentaron una hemorragia intraoperatoria y la causa de la lesión debemos buscarla en la colocación de clips metálicos sin una adecuada visualización de la ubicación de los mismos. El porcentaje de lesiones de la vía biliar oscila, según las series (3, 4, 9), entre el 0 y el 0,5%, similar a nuestra incidencia. La forma de prevenir estas lesiones reside en una adecuada tracción de la vesícula, la apertura del triángulo de Calot y la identificación del conducto biliar común. Además, debemos tener siempre en cuenta que el dicho tradicional de la cirugía biliar: “No se debe ligar ni cortar ninguna estructura hasta que se identifique el conducto cístico y se aísle desde el infundíbulo vesicular hasta la inserción en el hepático común”, es válido también en la cirugía laparoscópica.

La mayoría de las complicaciones hemorrágicas y de las lesiones de la vía biliar pueden evitarse con una adecuada exposición e identificación de las estructuras del triángulo de Calot (Apéndice I).

La perforación de la vesícula y la pérdida de cálculos en la cavidad abdominal ocurre con cierta frecuencia en la cirugía laparoscópica. No hemos considerado esta situación como una complicación, aunque dos pacientes fueron reintervenidos por un absceso intra-abdominal con cálculos en su interior. Algunos autores (11, 12) mencionan el desarrollo de abscesos, fístulas, litoptisis y pleurolitiasis como complicaciones de la pérdida de cálculos en la cavidad abdominal. En el caso de perforaciones vesiculares debemos intentar extraer el mayor número de cálculos que podamos e inmediatamente lavar con abundante cantidad de líquido la cavidad, fundamentalmente el cuadrante superior derecho. También recomendamos la utilización de bolsas de plástico para introducir la vesícula y evitar mayor diseminación de los cálculos durante la extracción de la misma. La escasa incidencia de complicaciones (2/247) en los pacientes con contaminación biliar de la cavidad no nos justifica la conversión de la cirugía para extraer los cálculos perdidos.

La coledocolitiasis residual es una complicación de la cirugía abierta y también de la cirugía laparoscópica. Si la colangiografía intraoperatoria identifica la existencia de cálculos en el conducto biliar se puede optar por diferentes alternativas. Nuestra actitud es la conversión a cirugía abierta en pacientes con litiasis coledociana mayor de un centímetro. Si el diámetro es menor preferimos realizar una CPRE intra-operatoria o, si ésta no es posible, una CPRE post-operatoria. En pocos casos hemos realizado la exploración de la vía biliar con abordaje laparoscópico, pero esta técnica no es recomendable para cirujanos muy expertos en la cirugía laparoscópica.

La mortalidad de nuestra serie (0,16%) refleja la repercusión de las enfermedades asociadas en el riesgo quirúrgico y es similar a la de otros autores (4, 5, 6, 8), aunque algunas series no han observado mortalidad (3, 10).




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