ERRORES DEPENDIENTES DE NUESTRA RELACIÓN CON LOS PACIENTES
Cuando nos relacionamos con el paciente es preciso saber escucharle y comunicarle la verdad. El tratamiento de la verdad exige una amplia comunicación con total disponibilidad, olvidándonos del reloj y proporcionando seguridad, calidad y sinceridad en la transmisión de los conocimientos. Todo esto se consigue, en gran medida, con experiencia.
La obesidad es una enfermedad grave, crónica, irreversible e incurable. Esto es lo primero que debe entender el paciente. El planteamiento que se hace al paciente afecta a nuestra relación con él y con sus familiares, y hay muchos problemas que no están resueltos en esta relación múltiple:
- ¿Hasta dónde extendemos el grado de información?
- ¿Hasta dónde nos implicamos en la comprensión del grupo familiar?
- ¿Hasta dónde estamos “personalmente” presentes en cada momento de la evolución del proceso médico?
- ¿Hasta dónde debe alcanzar nuestra responsabilidad en el “contrato” suscrito con el paciente y el grupo familiar?
- ¿Cuál debe ser el coste material de ese tipo de relación médico-paciente?
Además en este tipo de cirugía existe la posibilidad de complicaciones graves e incluso de muerte del paciente en el postoperatorio, y esto también puede ser una fuente de error. Debemos plantearnos la valoración, desde el punto de vista ético, de la relación entre agresividad quirúrgica, resultados clínicos y morbimortalidad: a mayor agresividad, mejores resultados previsibles pero también mayor morbimortalidad. El aprendizaje de la técnica quirúrgica es relativamente “cuantificable”, pero la experiencia en el manejo de las complicaciones no puede medirse. Una complicación mal diagnosticada (primer error) o mal enfocada en su resolución (segundo error) nos enfrenta de forma inmediata con la realidad de la muerte. Aquí radica el núcleo central de todo tipo de conflicto ético.