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Mi percepción es que no hace tanto tiempo que acabé la carrera, pero en realidad hace casi veinte años. Mi percepción es también que las cosas han cambiado para la Cirugía, han cambiado demasiado y no para bien. Esto puede ser simplemente consecuencia de una falta de adaptación al cambio (el síndrome de “quién se ha llevado mi queso?” o algo así) pero lo que dice el estudiante del “Rincón del residente” apunta a que la percepción de situación catastrófica no es solo mía.

Intento imaginarme el futuro y se me antoja imposible que las cosas empeoren, pero seguro que es posible y, si esta situación no hace crisis, obligatorio. No se trata de buscar culpables, pero el primer paso para lograr la resolución de un problema es identificarlo. Desgraciadamente mi percepción también es que los responsables prefieren cerrar los ojos. Y así vamos todos en silencio al matadero.

Que un estudiante de 5º de Medicina aficionado a la Cirugía escriba en los términos que lo hace Javier es, por lo menos, triste. Y traduce una incompetencia de muchos años para ilusionar a los profesionales de la Cirugía. Y sobre todo tiene consecuencias muy graves que ya estamos viviendo y que afectan muy seriamente a la calidad de la asistencia que se proporciona en los hospitales, al ambiente de trabajo e incluso a la salud física y mental de los profesionales.

¿Qué significa la “democratización” de la Cirugía? El acto quirúrgico no puede ser democrático. Una intervención es un acto de suprema confianza entre el paciente y su cirujano, y eso obliga a este a asumir toda la responsabilidad y a tomar decisiones, en ocasiones muy graves, en un espacio de tiempo muy corto. El sistema sanitario en el que estamos trabajando destruye la posibilidad de establecer una relación adecuada entre el cirujano y su paciente, poniendo todo tipo de trabas a dicha toma de decisiones y maniatando al cirujano, que sin embargo tiene que dar explicaciones continuamente al paciente, a sus familiares, al resto del personal del hospital y a la dirección del mismo.

El sistema funcionarial en la Sanidad ha fracasado estrepitosamente. Hay demasiado personal ineficaz en las plantillas y sin embargo la presión asistencial es cada vez mayor, y los sueldos siempre los mismos. Las alternativas que se están aplicando tienden a utilizar a los cirujanos como si fueran “técnicos de la Cirugía”, o meros obreros aplicadores de técnicas quirúrgicas en serie, sin ningún control sobre sus resultados y con contratos que muchas veces bloquean cualquier responsabilidad sobre el seguimiento del paciente. No hay tiempo para la formación continuada, ni para la investigación ni para la docencia. Las consecuencias estamos viviéndolas ya, pero dentro de unos pocos años serán verdaderamente dramáticas porque se habrán jubilado casi la tercera parte de las plantillas de todos los grandes hospitales y no habrá un número suficiente de profesionales capaces de asumir la demanda asistencial de todo el país.

Puede que no sirva de mucho, pero al menos rompamos este silencio desde el que todos parecemos aceptar mansamente la situación. Hablemos, desde cualquier tribuna a nuestro alcance, por humilde que sea, y al menos estaremos contribuyendo al diagnóstico de esta grave enfermedad que nos afecta a todos. Aunque su tratamiento desgraciadamente no dependa directamente de nosotros, al menos levantemos la cabeza para denunciar el abismo hacia el que nos dirigimos.

 

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