Dedicado a Oscar, Sofía Carlota, Pilar Patricia, Daniel, Inmaculada, Gonzalo, Luis Felipe, Carlos y Jaime Fernando
Me encanta mi profesión.
Estamos acostumbrados a oír esta frase en labios de alguno de los múltiples personajillos que abarrotan los medios de comunicación y que suelen vivir del aburrimiento ajeno. Pero no es frecuente que lo diga un cirujano, y menos uno que, como yo, trabaja fundamentalmente para el sistema público, sometido a la continua presión de un gran hospital, al exceso de pacientes y a la falta de tiempo, de medios y de colaboración.
Pero es totalmente cierto. Esta profesión me apasiona porque me permite desarrollar cada día una increíble variedad de actividades. La más sublime, la más importante, la íntima relación que se establece en el quirófano entre un cirujano y su paciente, el acto supremo de poner mi mente y mis manos al servicio de la curación de una persona. La atención contínua que requieren estos pacientes antes y después del acto quirúrgico y lo que se deriva de esto: el continuo aprendizaje y el reto continuo, la continua necesidad de tomar decisiones.
Pero además esta profesión me permite comunicarme de múltiples maneras. En los Congresos y Reuniones, contando mis experiencias y aprendiendo de las de los demás; en Internet, dirigiendo esta Revista y mediante muchas otras colaboraciones; en libros y revistas científicas, cuando escribo sobre lo que vamos aprendiendo. Y me permite enseñar. A otros compañeros, como en los numerosos cursos que hemos llevado a cabo, a los residentes cada día en el trabajo, a los alumnos, a los múltiples visitantes que recibimos en el Hospital desde que se inició el Plan de Cirugía Robótica. Esta profesión es capaz de mantener mi mente en un estímulo continuo, el único peligro es no ser nunca capaz de desconectar. No hay nada tan enriquecedor ni tan vivo...
... Pero cuando un paciente tiene un problema... entonces no hay nada más. Entonces todo el esfuerzo y toda la energía son para ayudarle. Hace muchos años que me dedico a esto y uno piensa que llegará un momento en que los problemas también formarán parte de la actividad cotidiana, pero eso no pasa. Un paciente que no va bien está todo el día conmigo hasta que se resuelve. Sueño con él, como con él, vivo con él... este es el lado amargo de esta profesión. Cualquier otro problema me parece menos importante.
La posibilidad de complicaciones es inherente a la cirugía. Lo importante es ser capaz de preverlas, de diagnosticarlas y de tratarlas antes de que su evolución sea nefasta. Esto a veces es mucho más fácil de decir que de hacer. La experiencia es importante pero también lo es la vigilancia estrecha de los pacientes (nadie sabe mejor que un cirujano los problemas que su paciente puede tener) y una actitud humilde para reconocer cuándo el resultado de nuestro trabajo no es todo lo brillante que nos gustaría.
En la última convocatoria MIR, nueve residentes han elegido Cirugía General y del Aparato Digestivo en el Hospital Clínico San Carlos después de muchos años sin cubrirse las plazas ofertadas. Este Editorial va dedicado a esas nueve personas.