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INTRODUCCIÓN

La cirugía laparoscópica necesita de una dotación de material que resulta costosa, así como de un equipo de profesionales entrenados en esta técnica. Esto, en países subdesarrollados, puede resultar difícil de conseguir.
En primer lugar no se disponen de equipos laparoscópicos para el entrenamiento en esta técnica. En segundo lugar no se disponen de suficientes cirujanos expertos o capacitados para su enseñanza. En tercer lugar no se dispone del poder adquisitivo necesario para la financiación de cursos en el extranjero. Además los cirujanos con experiencia, en la mayoría de los casos, no se prestan a la docencia de esta técnica para así no ver copada la escasa demanda de asistencia privada existente en estos países.
En el siguiente artículo pretendemos, por una lado, hacer ver la idoneidad de la laparoscopia en el tercer mundo, así como la necesidad de establecer sistemas de entrenamiento y educación para los cirujanos locales.
Para comprender mejor la problemática y ponernos en antecedentes, describiremos la situación socio sanitaria de un país subdesarrollado como Bolivia, el segundo más pobre de toda América, solamente superado por Haití.
En Bolivia no existe sanidad pública, sólo existe cobertura sanitaria para niños menores de 6 años y mujeres gestantes, y únicamente para problemas obstétricos. Cualquier otro tipo de atención médica se realiza en centros privados, con precios inaccesibles para el 95 % de la población, o a través de la beneficencia, escasamente dotada de recursos humanos y materiales.
El salario medio de un boliviano, si tiene trabajo, pues las cifras de desempleo son elevadísimas, es de aproximadamente 400-600 pesos bolivianos (60-80 Euros) al mes. Si tenemos en cuenta que una intervención como una apendicectomía cuesta aproximadamente 1000 pesos bolivianos (140 Euros), una colecistectomía abierta 1400 pesos bolivianos (200 Euros) o una colecistectomía laparoscópica 1900 pesos bolivianos (275 Euros), y que además el paciente tiene que abonar los gastos de los materiales quirúrgicos, la analgesia, la sueroterapia, etcétera, podemos comprender que el número de intervenciones es escasa y que la mortalidad por una patología tan frecuente como una apendicitis aguda es elevada, al no contar la población con recursos monetarios para costearse los gastos de una intervención aunque de ello dependa su vida. Además a esto se añade que no existe compensación económica por baja laboral por enfermedad, así que si la convalecencia se prolonga se resiente gravemente la dinámica familiar.




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